viernes, 2 de febrero de 2007

Tecnofilia, Tecnofobia y Pesimismo Tecnológico

A finales del siglo XIX, el ingeniero inglés M. Anderson se manifestaba del siguiente modo: "Se nos ha dicho en nuestra juventud que el trabajo fue el castigo por la falta cometida por nuestro primer Padre. Si esto es verdad, los ingenieros son los grandes sacerdotes que han construido las máquinas para borrar la mancha del castigo divino", estamos ante un ejemplo de un discurso tecnofílico en una época en que se había llegado a la cumbre de lo que se ha conocido como Revolución Industrial.

Pero no siempre la mecanización ha despertado estas alabanzas, la introducción de una nueva tecnología no se ha realizado sin la resistencia por parte de las instituciones y de las personas. Las actitudes tecnofóbicas han estado presentes a lo largo de la historia.

El movimiento "ludista", con la quema y destrucción de las máquinas de las "factorías" del siglo XIX, son un claro ejemplo de lo que ha representado introducir cambios en el entorno, en las costumbres y los usos de la población. En contrapartida en la misma época personas como Anderson, elevaba a los altares a los ingenieros, cuyas máquinas, liberarían al hombre, haciéndolo más culto, transformando a la población en ociosos y felices viviendo en paz social.

Estudiar las actitudes tecnofóbicas y tecnofílicas a lo largo de la historia es francamente difícil, ya que es sencillo caer en planteamientos subjetivos. Alrededor de 1958, el historiador de la tecnología M. Kranzberg, fundador de la Sociaty for History of Technology, enunciaba una serie de leyes o reglas que consideraba necesarias para enfrentarse al estudio de la historia de la tecnología, estableciendo que la misma ni es buena, ni es mala, ni es neutral. Esta aparente paradoja es un intento de no juzgar de una manera preconcebida actitudes tecnológicas del pasado. Por lo tanto la tecnofília y la tecnofobia han convivido juntas a lo largo de la historia y es difícil establecer quién ha sido el bueno y el malo de esta película.

Desde los años sesenta los partidarios de la energía nuclear esgrimían argumentos a favor del bienestar de la sociedad, gran consumidora de energía, como justificación de emplear al átomo como fuente inagotable de la energía, por lo contrario, los movimientos ecologistas radicales promulgaban la vuelta a la sociedad preindustrial justificando que la tecnología era el culto a lo superfluo, la tecnología como madre de la necesidad, como diría Kranzberg, y por tanto prescindible. Las actitudes tecnofóbicas y tecnofílicas de nuevo enfrentadas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el optimismo por el progreso, se transforma en un pesimismo social general hacia los "sistemas tecnológicos". Este "pesimismo tecnológico" como sentimiento de desencanto, ansiedad, incluso amenaza, que suscita actualmente la idea de la "tecnología" (Leo Marx 1996).

Entender este pesimismo tecnológico es un factor importante para comprender la aparición de los movimientos ecologistas, que tanto influencia han tenido en la segunda mitad del siglo XX. Accidentes Nucleares (Chernobil y Three Mile Island), catástrofes tecnológicas (Aznarcollar e Islas Galápagos), el empleo de las armas químicas, etc., han contribuido a la perdida de la fe en la tecnología como fuerza motriz del progreso.

Los factores no estrictamente técnicos tienen mucha importancia en los procesos de decisiones técnicas, dice otra ley de Kranzberg. Meditando puede que caigamos en la tentación de justificar que el poder se rige por decisiones al margen de los "expertos", la aprobación del Plan Hidrológico Nacional puede esgrimirse como argumento a favor de esta ley, el poder político ha tenido la ultima palabra. Con ello podemos presuponer que la cultura tecnológica es la éticamente más perfecta, Herman Melville en su novela Moby - Dick, nos describe al capitán Ahab, el cual al frente de un barco ballenero, en un momento de lucidez se considera técnicamente competente pero moralmente incapacitado: "Ahora, en su fuero interno, Ahab tuvo una visión fugaz de esto, a saber, todos mis medios son sensatos, mi motivo y mi objetivo locos" A lo largo del siglo XX, tenemos ejemplos de ello en donde personas de alta calificación técnica, que enmascaran o desvían la atención en la elección de los fines éticos.

Pero como ha respondido el poder político a este pesimismo tecnológico de la sociedad, creando departamentos ministeriales de medio ambiente, añadiendo a sus programas palabras como "desarrollo sostenible", impactos y auditorias medioambientales, etc. Un simple lavado de cara, la solución es mucho más compleja y como dijo Kranzberg ni será buena, ni mala, ni neutral.

Los ingenieros de principios del siglo XXI, ya no somos los sacerdotes del progreso, nos hemos transformado en destructores del orden social. Estas actitudes nos tienen que hacer reflexionar sobre el papel de la tecnología en la sociedad.

Vil mecánico

En este mundo existen dos culturas: las ciencias y las letras, se han empeñado desde pequeños en enseñarnos que son imposibles de compatibilizar, que son contrapuestas y por tanto imposible de conciliar. Este tema está implícito en nuestro sistema educativo desde hace siglos, y personalmente considero que es una pena, pues es necesario una formación completa en ciencias y en letras para tener una visión del mundo en que vivimos. Pero hay otra división entre los de "ciencias", nosotros somos ingenieros, y por lo tanto representantes de la ciencia práctica, lo material es lo nuestro, pero los que estudian las ciencias "puras" (matemáticas, física, química, etc.), lo conceptual es lo suyo. Esta distinta concepción del saber ha llevado a lo largo de la historia a disputas y desprecios, que en cierta medida siguen vigentes.

Calicles, en las Gorgias de Platón, afirma que el constructor de máquinas debe ser despreciado, debe ser llamado bánausos (trabajador manual) para ofenderlo, y que nadie querría entregar a su propia hija en matrimonio a uno de esos personajes. Aristóteles había excluido a los "operarios mecánicos" de la categoría de ciudadanos y los había diferenciado de los esclavos solo porque atendían las necesidades y requerimientos de muchas personas mientras que los esclavos atendían a una sola persona. Entre los griegos el trabajo manual, lo práctico, no se consideraba digno de ser practicado por los hombres libres, los amantes de la filosofía. Las siete artes liberales (la gramática, la retórica, la dialéctica, la aritmética, la geometría, la música y la astronomía) se llamaban así por ser practicada por los hombres libres, en cuanto opuestos a los no libres o esclavos, que ejercen artes mecánicas o manuales.

No es de extrañar que en un diccionario francés publicado en 1680 encontremos la siguiente definición: "El término mecánico, referido a las artes, significa lo que es contrarío a liberal y honorable: significa bajo, villano, poco digno de una persona honesta". Por lo tanto, llamar a un gentilhombre de aquella época, vil mecánico, era un insulto que le incitaba a desenvainar la espada y batirse en duelo.

Afortunadamente para nuestra profesión, la revolución científica del siglo XVII trajo consigo la reconciliación de la ciencia y la tecnología, ambas se complementaron y la ciencia descubrió que ciertos artilugios diseñados y construidos por esos viles mecánicos, como el telescopio, el cronómetro, el astrolabio, el teodolito, el vernier o nonius, el microscopio, la balanza, etc., podían ser utilizados por la ciencia en su investigación, la ciencia se volvió experimental y necesitó de "instrumentos científicos", que serían construidos por ingenieros. En el siglo XVIII y XIX, ya nadie tenia la menor duda de la necesidad y honestidad de las artes mecánicas.

Desde entonces la palabra ciencia y tecnología fueron parejas, la tecnología representó bienestar y riqueza, pero también alienación y mercantilización de la sociedad, así que la ciencia ha querido mantener su estatus y su ética. Intenta vender la imagen de que sus descubrimientos no son peligrosos, pues su meta es el conocimiento, son los ingenieros los que transforman la formulas y teorías científicas en bombas atómicas, gases tóxicos y maquinas contaminantes, la ciencia de por si no es mala, lo es su aplicación.

El filósofo Francis Bacon en 1609, expuso muy bien cual es la ambigüedad existente en la técnica en su obra Dedalus sive mechanicus. Dédalo, es un personaje de la mitología griega, que es a la vez un hombre extraordinario, un gran arquitecto e ingeniero, pero a la vez es despreciable. Sus invenciones son "ilícitas": la máquina que permitió a la reina Pasifae acoplarse con un toro y engendrar al Minotauro, mitad hombre, mitad toro, aborto monstruoso devorador de jóvenes; el Laberinto de la isla de Creta ideado para encerrar al Minotauro y "proteger el mal con el mal"; las alas de plumas y cera con las que su hijo Icaro voló tan cerca del Sol que se derritieron y se precipito en su mortal caída sobre el mar Egeo.

Del mito de Dédalo extraemos conclusiones de carácter general: las artes mecánicas generan instrumentos que ayudan a la vida y, al mismo tiempo, "instrumentos de vicio y muerte". El saber técnico tiene para Bacon, esta característica: mientras se presenta como posible productor del mal, ofrece, al mismo tiempo y conjuntamente con este aspecto negativo, la posibilidad de mostrar un diagnostico del mal y de un remedio para sí misma, Dédalo construyó remedios para sus delitos, como fue ofrecer el recurso del hilo a Ariadna, para que Teseo entrara en el laberinto y matara al Minotauro. La tecnología se cura con más tecnología.

Bueno espero que esta reflexión nos ayude una vez más a reflexionar sobre la imagen que en distintas épocas se han tenido de los hombres que han cultivado la ciencia y la tecnología.