La imagen que viene a nuestra mente de un científico es la de una persona que se pasa la vida dentro de un laboratorio día y noche, aislado del mundo, esperando encontrar una revolucionaria teoría o cura contra el carcer, este tópico no se atiene a la realidad. En pleno siglo XXI, el grado de complejidad que han alcanzado ciertas ramas de la ciencia requiere de un esfuerzo colectivo de un grupo de personas, ya que todo lo que se sabe de una disciplina “no cabe” en la cabeza de un solo individuo. Por lo tanto debe existir un “archivo” de todo lo que se sabe de esta rama del saber o lo que ha quedado demostrado como falso y lo que falta por descubrir o simplemente discutir los resultados obtenidos. Esto hace necesario la existencia de una vía de comunicación entre los componentes de la comunidad científica, que se materializa en los denominados documentos científicos. Éstos son el soporte físico a través de los cuales los investigadores, consultan, discuten o muestran los resultados de sus investigaciones a la vez que conocen la de sus colegas, son junto con los instrumentos empleados en los experimentos, lo que se ha denominado la cultura material de la ciencia.
De entre todos, el documento por excelencia es el artículo científico difundido a través de las revistas científicas, que son publicaciones periódicas altamente especializadas, impresas en papel o el cada vez más utilizado formato digital. Los artículos científicos son documentos redactados y concebidos para el uso exclusivo por parte de la ciencia y por lo tanto de difícil lectura para un público no especialista. El artículo tiene como fin difundir, discutir y resumir lo que se conoce de la especialidad en que se encuentra enmarcado.
Para asegurar la calidad y validez de lo publicado en la revista, los editores utilizan lo que se conoce como revisión por pares. Consiste en que como paso previo a la imprenta, el artículo es revisado, por dos o más científicos de la misma especialidad que juzgan el contenido, de esta manera se comprueba si éste se ajusta a los cánones establecidos por la ciencia. Tras el informe de estos jueces el artículo puede ser aceptado, rechazado o admitido si se subsanan una serie de reparos expuestos por los revisores. Los artículos publicados mediante este procedimiento son, de una manera fiable, lo más actual referente a la investigación en el campo que cubre la revista.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, por la publicación del artículo en la revista, el autor o autores del mismo no perciben ninguna compensación económica. Lo que si esperan es el reconocimiento por parte sus colegas de forma que aprecien la trascendencia y novedad de lo publicado. Este prestigio alcanzado hace que compense el esfuerzo que representa publicar, pues el que tenga mayor reconocimiento tendrá una mayor facilidad de encontrar fuentes de financiación pública o privada para sus investigaciones. Esto se traduce en la existencia de una cierta competitividad entre los científicos pertenecientes a una especialidad, son las reglas del juego de la actividad científica. A nosotros nos puede resultar chocante, ya que rompe la imagen romántica del científico, mostrándonos comportamientos propios de los políticos o de la práctica empresarial. Pero hay que recordar, algo que a veces se olvida, que la ciencia es una actividad humana con sus defectos y virtudes, con sus reglas y procedimientos fijados desde hace mucho tiempo.
La ciencia se vale del artículo científico para la difusión y comunicación del conocimiento producido, de tal forma que debemos pensar que para los científicos lo que no esta escrito o no existe o no es digno de ser investigado.
1 comentario:
Se te olvida comentar, Juan Miguel, que muchas veces son científicos en ciernes (becarios) los que realizan algunos avances que luego se apuntan sus directores de tesis;... y es que como tú dices, al fin y al cabo toda actividad humana está tan relacionada con la política que se rige por los mismos parámetros.
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