sábado, 30 de octubre de 2010

Comentario a un texto de Aristóteles




Y, siendo muchas las de este tipo, no es la menos llamativa la de por qué causa los no se mueven con mayor número de movimientos cuanto más distantes se hallan de la primera revolución, sino que los intermedios más. Pues parecería lógico que, al moverse el primer cuerpo con una sola traslación, el más próximo a él se moviera con el mínimo de movimientos, pongamos dos, el siguiente con tres, o cualquier otra ordenación semejante. En realidad ocurre lo contrario: pues el Sol y la Luna se mueven con menos movimientos que algunos de los astros errantes: y sin embargo, se hallan más lejos del centro y más cerca del primer cuerpo que aquéllos.


Aristóteles, Acerca del cielo, Libro II, 12, 291b-292a.




De entre las obras de Aristóteles (384 – 322 a. C.) Acerca del cielo pertenece al conjunto de tratados dedicados al estudio de la naturaleza. Parece que el origen de este libro es un comentario al dialogo de Platón (427 – 347 a. C.) Timeo , en donde, el maestro de Aristóteles, expone una cosmología consistente en un universo formado por dos esferas. La esfera exterior corresponde a la esfera celeste, que está dotada de un movimiento circular. La Tierra que también es esférica, está suspendida en el centro de la anterior esfera. El Sol, la Luna, los planetas y las estrellas, giran en torno a la Tierra describiendo órbitas circulares, uniformes y regulares . Esta regularidad exigida por Platón al Sol y a los planetas, contrastaba con la aparente irregularidad del movimiento de los mismos observados desde la Tierra: las retrogradaciones de los planetas exteriores, los cambios de velocidad, las fases de la luna, etc. La única explicación posible era que todas estas irregularidades tenían que ser fruto de una composición de movimientos circulares y uniformes.

Por lo tanto había que realizar un trabajo de conciliación entre los postulados cosmológicos y los movimientos celestes observados. Los astrónomos técnicos griegos, tales como Eudoxo de Cnidos (390 - 337 a.C.), Calipo de Cízipo (370 – 310 a.C.) y posteriormente Ptolomeo (100 – 170), encaminaron sus esfuerzos en idear una serie de construcciones geométricas con el fin de salvar los fenómenos que contradecían la visión platónica del universo, lleno de orden y perfección. Así estas soluciones matemáticas a los movimientos celestes debían estar subordinadas a una visión física del universo.

Los fundamentos de la cosmología de Aristóteles aparecen principalmente en el segundo libro de Acerca del cielo . Pero ésta concepción del Universo no se puede comprender sin sus ideas sobre filosofía natural, expuesta en otros tratados, como pueden ser Física, Metafísica o Acerca de la generación y la corrupción. Lo que Aristóteles entiende por cambio , unido a la composición material de las sustancias que lo forman, su eternidad y finitud hacen que el universo aristotélico sea de naturaleza racional, en donde nada de lo que ocurre es fruto de la improvisación o el azar.

Aristóteles divide el universo en dos mundos distintos: el supralunar y el sublunar. La Tierra, que posee forma esférica, y se encuentra en reposo en el centro del mismo, y alrededor de ella se van superponiendo capas concéntricas y esféricas correspondientes a los tres elementos restantes: el agua, el aire y el fuego (mundo sublunar). En esta esfera el movimiento natural es el rectilíneo. Por encima, se encuentran las esferas celestes (mundo supralunar), donde están las estrellas fijas y los planetas, que son incorruptibles y no experimentan más cambios que el del movimiento local circular. Para dar explicación a estos movimientos celestes, emplea un método geométrico propuesto por Eudoxio, en que cada planeta estaba ligado a una serie de esferas homocéntricas, es decir, que todas con el mismo centro: la Tierra; cuyos movimientos ordenados y regulares se combinaban para formar el movimiento de cada uno de los cuerpos celestes por separado. Así admitía la existencia de tres esferas para el Sol y la Luna, y cuatro esferas para cada uno de los cinco planetas conocidos (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), 26 esferas en total. Posteriormente Calipo, discípulo de Eudoxio, perfecciono el sistema añadiendo un número total de 33 esferas.

Pero las esferas eran para Eudoxio y Calipo un recurso geométrico para salvar los fenómenos, carecían de consistencia física, su fin era explicar y prever el movimiento de los cuerpos celestes. Así cada sistema de esferas era independiente de los otros, no se necesitaba el contacto entre la esfera más exterior de un planeta y la más interior del siguiente, para transmitir el movimiento, solo las esferas que ordenaban el movimiento de cada planeta debían actuar en conjunto . Aristóteles proporcionará realidad física a estas esferas, compuestas de éter, que es material diferente a los cuatro elementos del mundo sublunar, este quinto elemento es superior a los demás, ya que, al contrario de los otros, solo experimenta un cambio el movimiento local circular .

Para explicar el origen de los movimientos planetarios, Aristóteles pensó en un primer motor que transmitía el movimiento a todas las esferas desde la más externa, la esfera de las estrellas fijas, a la más interna, la esfera de la Luna . Sin embargo esta idea implicaba, ampliar de 33 a 55 las esferas:

Su única función era la de proporcionar los lazos mecánicos necesarios para mantener en rotación todo el conjunto de los caparazones concéntricos, es decir, transformaba el conjunto de esferas en una pieza de relojería celeste impulsada por la esfera de las estrellas. Puesto que el universo estaba lleno, todas las esferas se encontraban en contacto, y el frotamiento de unas con otras transmitía movimiento a todo el sistema. La esfera de las estrellas arrastraba a la que se hallaba más cerca, el más exterior de los siete caparazones homocéntricos, el que lleva consigo a Saturno. Este caparazón arrastraba a su vecino interno más próximo en el conjunto de Saturno, y así sucesivamente, hasta que el movimiento era por fin transmitido a la esfera más baja del conjunto, la responsable del movimiento de la luna. Esta última esfera es el más interior de los caparazones etéreos, el límite inferior de la región celeste o supralunar.

Por lo tanto, el universo de Aristóteles era eterno y finito, donde los astros son incorruptibles e invariables en número. Las irregularidades observadas es fruto de las apariencias, como la mostrada en el texto objeto de comentario. Este es un fragmento del capítulo 2 del libro II de Acerca del Cielo. Aristóteles se pregunta: ¿Por qué las rotaciones de las esferas no siguen un orden creciente desde las estrellas fijas hasta la esfera de la Luna? Es decir, el por qué de la aparente irregularidad de que la esfera de las estrellas fijas se mueve con un solo movimiento, para que a continuación los planetas (los astros errantes), lo hagan con varios movimientos, y la Luna y el Sol necesiten menos rotaciones y la Tierra permanece inmóvil. La respuesta de Aristóteles, no es otra que indicar que además del orden los cuerpos están dotados de actividad y vida, y por lo tanto dependiendo de la actividad que necesite un cuerpo, así:

Pues parece que, en aquello que posee la perfección, se da el bien sin actividad, en aquello que está muy cerca se da mediante una pequeña y única actividad y en las cosas alejadas, mediante actividades múltiples

Es una forma de decir que la naturaleza busca la perfección por medio de caminos que se nos escapan, pero que son necesarios. Nada es vano en la naturaleza, todo tiene su motivo y su finalidad es la búsqueda del bien.

Por lo tanto el texto de Aristóteles, expresa claramente en qué consiste la racionalidad del Cosmos, en el que partiendo de unos postulados dados por la razón, la aparente irracionalidad de los fenómenos observados se debe a que la naturaleza sigue caminos que ocultan este aparente orden. Esta idea unida a la del primer motor encajaba muy bien con la imagen teológica de Dios desarrollada durante la Edad Media, esta es una de las razones por la que la cosmología aristotélica perdurada hasta el siglo XVI.